Por: Luna Francés
Villa de Cura, 4 de diciembre del
2012
Cuatro de
diciembre. Desde tempranas horas de la mañana las personas en su
desenfrenado afán por adquirir objetos para su hogar, desde
costosas neveras hasta objetos insignificantes, plenan las calles
de transeúntes y vendedores ambulantes, puestos de comidas, jugueterías y
tiendas de abarrotes. Todo es bullicio, un
corre, corre. Los arbolitos rápidamente desaparecen de las tiendas de los
chinos, los niños guiados por sus padres escogen el regalo que ha de traer
Santa Claus, el Niño Jesús o los Reyes Magos. Todo depende del
bolsillo de cada familia.
Hoy en muchos
hogares creyentes festejan en honor a Santa Bárbara.
Llega el anochecer. Rendida por la fuerte jornada del día
regreso al hogar buscando un poco de relax. Después de una buena ducha y
una ligera cena me recuesto en el sofá. En la distancia se pueden escuchar la
música y algarabía de los festejos del día. En mi hogar, como es
tradición ya, con la Navidad ha entrado el arbolito con sus luces titilantes
multicolores, campanas y angelitos. Trae a mi memoria recuerdos lejanos.
Una lágrima asoma. La enjugo y un nudo se forma en la garganta, tomo un sorbo
de agua como quien quiere ahogar en ese inocuo liquido la
pena. El cansancio rápidamente ejerce su gratificante efluvio.
Los cohetes en su tronar me
despiertan sobresaltada. Una gran sed me atormenta. En ese instante llegan a
mis oídos unos extraños ruidos: crujir de platos, vasos y tazas
¡Dios! ¿Quién habrá entrado mientras dormía? Sigilosa
me fui acercando poco a poco a la cocina. Cuando me
encontraba ya muy cerquita escuché una voz. Parecía la de un
anciano. Le oí decir:
-“Hoy muy triste he oído llorar a la reina de este hogar por
el amor que lejos está.”
Una vocecita muy dulce, como de niño, le respondió:
-“La amita no lloraba por el amor de un hombre. En su pecho
hay pena y dolor. Colgado en el arbolito está su corazón en honor a sus
dos hijitos que lejos de ella se encuentran”
Aquellas voces salían de algún lugar. Sin encender la
luz me puse a buscar. Eran dos jarritos que en el gabinete guardaba, uno
era azul con un gordo panzón de rojo camisón y barba blanca, del otro
asomaba de entre un hermoso árbol de pino un lindo y tierno reno de roja nariz.
Entre ambos un deseo pedían:
“- Estrellita refulgente, tú que guiaste a los tres
Reyes Magos hasta el Niño de Belén, te pedimos un obsequio en esta Navidad…
guía el camino de J.R y Naleicita de regreso a su hogar para que el
corazón apagado de esta madre vuelva a brillar “
Dedicación
que hago a mis amados hijos.
Naleiza y
Jesús.
Dios los
colme de bendiciones